domingo, 10 de enero de 2016

Comentario 11 de enero

—(…) Lo que hace a la sociedad malvada es el egoísmo del hombre, y el egoísmo es algo natural, es una necesidad de la vida. ¿Es que supones que el hombre de hoy es menos egoísta y cruel que el de ayer? Pues te engañas. ¡Si nos dejaran!; el cazador que persigue zorras y conejos cazaría hombres si pudiera. (…) ¿Es que tú crees que el egoísmo va a desaparecer? Desaparecería la Humanidad. ¿Es que supones, como algunos sociólogos ingleses y los anarquistas, que se identificará el amor de uno mismo con el amor de los demás? 
—No; yo supongo que hay formas de agrupación social, unas mejores que otras, y que se deben ir dejando las malas y tomando las buenas.
 —Esto me parece muy vago. A una colectividad no se la moverá jamás diciéndole: Puede haber una forma social mejor. Es como si a una mujer se le dijera: Si nos unimos, quizá vivamos de una manera soportable. No; a la mujer y a la colectividad hay que prometerles el paraíso; (…) En todas partes y en todas épocas los conductores de hombres son prometedores de paraísos. 
—Sí, quizá; pero alguna vez tenemos que dejar de ser niños; alguna vez tenemos que mirar a nuestro alrededor con serenidad. ¡Cuántos terrores no nos ha quitado de encima el análisis! Ya no hay monstruos en el seno de la noche, ya nadie nos acecha. Con nuestras fuerzas vamos siendo dueños del mundo. 

Pío Baroja, El árbol de la ciencia (1911)


PROPUESTA DE COMENTARIO CRÍTICO (en 5 pasos)

Paso 1

Nos encontramos ante un fragmento de la novela El  árbol de la ciencia, publicada por Pío Baroja en 1911. Podemos encuadrarlo en la cuarta parte de la obra, "Inquisiciones", en el marco de las conversaciones que el protagonista, Andrés Hurtado, mantiene con su tío Iturrioz. Concretando un poco más, este fragmento pertenece al capítulo IV de esa cuarta parte, titulado "Disociación", donde ambos personajes discuten sobre la posibilidad de que el intelectualismo (el análisis) mejore a la sociedad, de la misma manera que ha mejorado a la ciencia. El fragmento se presenta incompleto, recortado por varias partes, y consta de un diálogo en estilo directo, sin intervención del narrador, y con predominio claro de discurso universal.


Paso 2

Hurtado e Iturrioz defienden ideas diferentes, partiendo de un descontento común respecto a la sociedad en la que viven. El pesimismo de Iturrioz se refleja ya en la primera intervención, en la que expone su escepticismo sobre la posibilidad de mejorar la sociedad argumentando que el egoísmo es una característica innata del ser humano y ningún modelo social que pueda proponerse estará libre de esa circunstancia, a lo que Hurtado responde que, no obstante, hay modelos sociales mejores que otros, y habría que ir dejando los malos y tomando los buenos. Iturrioz cree que ese planteamiento no es válido, porque a la colectividad no se la convence con argumentos prácticos y racionales, sino con una promesa "del paraíso". Hurtado concluye que, a pesar de ello, en algún momento la sociedad deberá ser lo suficientemente madura y reflexiva para actuar de otra manera. Propone el análisis como forma de superación, tanto de esa necesidad de paraísos prometidos como de los miedos ante los cambios. De su afirmación final, "con nuestras fuerzas vamos siendo dueños del mundo", se desprende su confianza en que el ser humano vaya sobreponiéndose a sus limitaciones, de la misma manera que el método cienftífico ha conseguido ir doblegando a la enfermedad o la superstición. 


Paso 3

Estas preocupaciones de carácter filosófico constituyen gran parte del contenido de El árbol de la ciencia en conjunto, en el marco de una sociedad en crisis total de valores. Los sucesos de 1898, como resultado de un largo periodo de decadencia que se iniciara allá por el siglo XVII, supusieron para España un profundo trauma que marcó a la generación de Baroja. La preocupación por el destino del país, además, se ve complementada por dudas más universales, pues la obra pertenece a una época en la que en toda Europa se está intentando asumir la nueva sociedad resultante tras  la revolución industrial, para la que los modelos anteriores demostraban ser inservibles. Es la época de los movimientos obreros, de la organización de ese proletariado que provenía del campo y que vivía hacinado en las ciudades, en condiciones de semiesclavitud. Es la época, previa a la I Guerra Mundial, en la que están germinando modelos políticos totalitarios que, como diría Iturrioz, proponen el paraíso a través de un cambio profundo y absoluto en las estructuras sociales. Y es la época  también, tras el positivismo del siglo XIX y la influencia de figuras como Darwin, en la que el hombre cuestiona los esquemas morales, de origen religioso, que hasta entonces habían permanecido inalterables. 


Paso 4

Sin embargo, el debate que mantienen Hurtado e Iturrioz, pese a responder a un contexto tan determinado, resulta fácil de extrapolar al mundo actual, puesto que también a nosotros nos ha tocado vivir en una sociedad enfrentada a sí misma. La crisis económica que se inició en 2008 ha derivado en una crisis más amplia que afecta a los valores sobre los que se ha construido la sociedad occidental. El capitalismo y el libre mercado, señalados como culpables de la situación, habían sido hasta ahora inseparables de la idea de democracia, pero ahora vemos cómo la crisis ha provocado que en Europa estén surgiendo propuestas políticas que contradicen esa idea. El caso de Amanecer Dorado en Grecia, de la ultraderecha francesa o de otras tendencias extremistas serían ejemplos de cómo la crisis del sistema está alentando posturas contrarias al propio sistema. Ante esta circunstancia, podemos recordar las palabras de Iturrioz y considerar que estas ideologías venden "el paraíso" a partir de una reinvención total. Incluso el fundamentalismo religioso, que tan graves conflictos está provocando en nuestro mundo, es también un intento de respuesta a la crisis de la sociedad. Todas estas posturas pretenden que todo sería diferente al adoptar un nuevo modelo social, esté basado en el racismo, en la economía intervenida o incluso en valores religiosos, olvidando que, como también dice Iturrioz, los fallos de la sociedad son en realidad fallos humanos, y  cualquier sistema estaría limitado por nuestras propias imperfecciones (el egoísmo, la codicia, etc). 

Por eso, la postura de Hurtado es perfectamente aplicable a nuestro mundo: debemos "dejar de ser niños", en efecto, no dejándonos engañar por promesas imposibles ni negándonos a los cambios por miedo. En la reciente campaña electoral que hemos tenido en nuestro país hemos podido comprobar cómo al optimismo de partidos de reciente aparición que se consideran representantes de una "nueva política" se oponía la campaña del terror de quienes afirman que esa nueva política va a "romper" España. Tan ingenuo es pensar, por ejemplo, que una reforma de determinados apartados de la Constitución va a permitirnos erradicar por completo la corrupción que tanto nos afecta, como el alarmismo de quienes creen que hacer esas reformas supondrá la ruptura del pacto de convivencia que permitió a España salir de cuarenta años de dictadura. No hay que pensar en recetas mágicas, en botones escondidos que sólo con ser pulsados van a eliminar todo lo injusto y malo, pero tampoco podemos cruzarnos de brazos. La situación que vivimos, en España y en todo el mundo occidental, obliga a corregir muchos aspectos que han demostrado producir desastres, sin que eso implique derribar todo lo que hemos conseguido construir a lo largo de varios siglos de historia. Mirando con perspectiva, nos damos cuenta de que, pese a las injusticias que siguen azotando al mundo, nunca el ser humano ha estado mejor que ahora. Nunca ha habido menos guerras, o menos pobreza. Parece absurdo pretender que la solución pase por dinamitar los cimientos de lo que el ser humano ha conseguido, como también sería absurdo cerrar los ojos ante lo que se sigue  haciendo mal y mirar con miedo cualquier posibilidad de cambio o mejora. Como Andrés Hurtado propone, la razón es la mejor medicina contra el miedo y los prejuicios, contra el inmovilismo y contra la injusticia. La razón permite tomar lo bueno y rechazar lo malo.


Paso 5

Y tampoco tendría sentido el escepticismo de Iturrioz, pues aunque el ser humano sea egoísta e imperfecto por naturaleza, también tiene otras características que le permiten superar sus limitaciones. Tan innatos como el egoísmo son la solidaridad, la capacidad de asociación, la inteligencia que nos diferencia de los animales. Esa inteligencia nos ha permitido salir de las cuevas, cambiar el curso de los ríos, enfrentarnos a los desastres naturales o a la enfermedad... La historia de la humanidad es una continua superación de lo que la naturaleza nos ha dado. Somos egoístas, sí, pero también estamos capacitados para combatir nuestro egoísmo, para contrarrestarlo con otras virtudes y, por tanto, para mejorar el mundo en que vivimos. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario